BLIBLIOTECA DE ALEJANDRIA

BLIBLIOTECA DE ALEJANDRIA



HISTORIA

El fundador de la última dinastía egipcia, Tolomeo I Soter, nacido en el 323 a. de J.C. en Macedonia, al norte de Grecia, era un hombre inteligente, gran estratega y un sagaz diplomático que acompañó a Alejandro Magno en su campaña por Persia, llegando a ser nombrado comandante de la flota Macedonia en La India. A la muerte de Alejandro Magno, sus generales comenzaron a disputarse el imperio, él les propuso repartirse las provincias y se quedó con Egipto, que aunque había decaído mucho desde los grandes faraones seguía siendo un país rico y atractivo. Él se encargaría de engrandecerlo y fortalecerlo con sabias medidas legales y administrativas, entre las que se encontraba la fusión de las religiones griega y egipcia en cuanto a los cultos de Serapis. Una vez nombrado faraón y siendo ya dueño de un país fértil y próspero, Tolomeo no repararía en gastos para que su capital Alejandría, fuera la principal capital cultural del mundo incluida Atenas. La grandeza de un gobernante exigía que fuera culto y que amparara a los artistas y a los científicos. Tolomeo era un hombre culto, había leído libros, él mismo era escritor. Compuso una historia de las campañas de Alejandro que, por desgracia, se ha perdido. Tolomeo admiraba a Aristóteles. Concibió la idea de una biblioteca en la que sus textos corregidos de posibles errores de los copistas estuvieran a disposición de los estudiosos. Tolomeo y sus contemporáneos presentían que el peso de la tradición había crecido tanto que era demasiado pesado para confiarlo a la memoria, que la cultura antigua estaba en peligro, que convenía fijarla y sistematizarla, la construcción de una biblioteca cubriría los dos objetivos. El proyecto era realmente ambicioso, reunir toda la literatura griega, tanto en soporte de papiro como en pergamino encuadernado. Tolomeo fundó el Museo, así se llamaba la primera universidad del mundo, una ciudad de la cultura en la que no faltaba de nada, pues poseía laboratorios, residencias para más de 10.000 estudiantes y profesores, gimnasios, observatorios, comedores, zonas de jardines, parque botánico y hasta un zoológico para la investigación y la formación de científicos. Tolomeo no reparó en gastos para atraerse a los cerebros más importantes sin importarle su origen. Debido a las ventajosas condiciones ofrecidas por Tolomeo afluyeron sabios de Efeso, de Etolia, de Falero, de Ceos, de Cirene y de todo el mundo griego. El componente principal de esa universidad era la Biblioteca: lugar donde Tolomeo pretendía reunir toda la ciencia y toda la sabiduría de la Humanidad. A la nueva ciencia griega se unían la antigua ciencia egipcia y las milenarias ciencias orientales, persa y babilónica. Tolomeo Soter murió el año 283 a. de J.C. sin haber podido realizar su sueño. La Biblioteca se desarrollaría durante el reinado de su hijo y sucesor Tolomeo II. Tolomeo II Filadelfo encargó la construcción de la Biblioteca a Demetrio de Falerón un estudioso familiarizado con la biblioteca de Atenas. Demetrio se puso manos a la obra y fue adquiriendo los libros necesarios, de los que había un activo comercio entre las colonias del Mediterráneo. La búsqueda de textos fidedignos produjo el nacimiento de una nueva ciencia: la Filología. Los alejandrinos idearon un modo de puntuación y acentos para hacer más fácil la lectura. Tanto el Museo como la Biblioteca estarían dotados de un director y personal administrativo pagados por el estado. Tolomeo III continuó con la obra iniciada por sus antecesores e incluso fundaría en el año 235 a. de J.C. una biblioteca filial en el templo de Serapis. La tradición cultural se prolongaría durante el reinado de los reyes sucesores hasta llegar a Cleopatra, la mujer más culta de su tiempo. Entonces Alejandría sería llamada la ciudad de las tres culturas, La griega, la egipcia y la judía. El prestigio de la Biblioteca indujo a otros reyes a imitar la iniciativa de los Tolomeos. En Pérgamo, Aalo I y Eumenes II fundaron una biblioteca similar que rivalizaría con de Alejandría. Sus fondos se dedicarían al pergamino, dado que el mercado del papiro había decaído después de que Tolomeo Filadelfo prohibiera su exportación. Cuando los romanos conquistaron Pérgamo, en el año 133 a. de J.C., la Biblioteca poseía unos 200.000 volúmenes, que según Plutarco, Marco Antonio regaló a Cleopatra. Inmediatamente pasaron a engrosar los fondos de la Biblioteca de Alejandría. Calimaco y otros estudiosos realizaron detallados catálogos de obras y de autores sobre los fondos bibliográficos acumulados en los anaqueles alejandrinos. El resultado fueron unas tablas, en 120 volúmenes, que compendiaban la literatura griega hasta la fecha.

DESTRUCCIÓN

En el año 30 a. de J.C. tras la derrota de Cleopatra. Egipto se incorporó al imperio romano como una provincia más. Tres siglos más tarde, la división del imperio romano dejó a Egipto en la parte correspondiente a Bizancio, en cuyo imperio se mantuvo hasta el siglo VII, en que fue conquistado por los persas y después, ya definitivamente por los árabes del califa Omar. Según la leyenda el general Amr ibn al-As pidió instrucciones al califa sobre el destino del medio millón de libros que sus tropas habían encontrado en la Biblioteca. Omar respondió a vuelta de correo:”Si esos libros discrepan del Corán deben ser quemados y si están de acuerdo con el Corán son innecesarios, así que, en cualquier caso, a la hoguera”. La misma leyenda asegura que durante meses los baños públicos de la ciudad no usaron otro combustible para las calderas que aquellos venerables volúmenes de papiro. La verdad es menos dramática, pero no menos aleccionadora. El Museo y la Biblioteca habían resultado dañados en una guerra civil, en tiempos de Aureliano, a finales del siglo III y, al menos la biblioteca filial, instalada en el templo de Serapis, había sido destruida por los cristianos en el año 391. Se ignora de donde procede la noticia de la destrucción de la Biblioteca a manos de Omar. Lo único cierto es que 600 años después de ocurridos los hechos, un autor musulmán de Bagdad escribió que las tropas de Amr habían incendiado la Biblioteca por orden del califa Omar.